Vivir y servir en las zonas rurales me ha obligado a usar un medio de transporte que antes no era de mis favoritos: la moto. Este útil vehículo, resulta especial considerando el estado de las calles no pavimentadas y con un alto nivel de deterioro. Confieso que trasladarnos en moto ha sido sin dudas un desafío constante pero también una oportunidad para reflexionar sobre algunos asuntos espirituales.
Cuando viajo, uso el casco protector. Este me brinda seguridad, me evita costosas multas y me protege de un gran número de inconvenientes. Si viajo de noche, los insectos golpean el frente del casco mientras son atraídos por la luz delantera de la moto. De este modo me siento tranquilo de no resultar lastimándome un ojo, por ejemplo. Si viajo de día, el casco me protege de los rayos del intenso sol tucumano. Y en caso de presentarse un accidente en mi camino, el casco es la carta más segura con la que podré jugar para seguir con vida y con salud.
La Biblia nos habla del yelmo de la Salvación, que en pocas palabras es el casco espiritual que debemos llevar. En
Efesios 6:17, el apóstol Pablo nos dice: "Y tomad el yelmo de la salvación". Esta frase se refiere a varios puntos a considerar:
- Dejar que Dios y Su Palabra colmen nuestra mente, el lugar donde los pensamientos tienen lugar. (1 Corintios 2:16)
- Dejar que nuestra mente se enfoque en lo eterno y no en lo temporal. (2 Corintios 4:18)
- Dejar los malos pensamientos e ideas fuera de nuestra mente. (Mateo 15:19)
- Dejar que la seguridad de la salvación nos fortalezca en medio de las tormentas (Juan 5:24)
Las únicas riendas sueltas que debemos dar a nuestra mente es en referencia a los asuntos de Dios, a la persona de Cristo y Su Obra, al servicio en beneficio de los demás y a la edificación de la iglesia del Dios Viviente. Chismes, pensamientos de mal, tentaciones a abandonar y desfallecer, no deben ser NUNCA el lugar hacia donde debamos ir.
Que nuestro sentir, nuestro pensar y nuestro hacer sea siempre llevado cautivo a la obediencia a Cristo (
2 Corintios 10:5).
Oremos
Amado Padre, que tu yelmo siempre esté colocado correctamente sobre mi mente, que mis pensamientos sean solo de ti y que mi seguridad esté anclada exclusivamente en las promesas que tú me has dado en Tu Palabra. Dame la fuerza para mantener mi mente tranquila y ocupada en ti, siempre. En el Nombre de Jesús, Amén.